INTRODUCCIÓN
Los conocimientos
sobre la bioquímica y la fisiología del ejercicio son esenciales para
interpretar las complejas reacciones que se desencadenan durante el esfuerzo
físico. Estos conocimientos pueden aplicarse no sólo para mejorar el rendimiento
de los deportistas, sino también para supervisar la salud de quienes hacen
deporte y mitigar algunas enfermedades.
El ejercicio tiene
efectos metabólicos beneficiosos y relevantes en muchas áreas de la medicina
como la diabetes, la prevención de la aterosclerosis y la obesidad, y para el
tratamiento del estrés. El ejercicio practicado con regularidad reduce la
frecuencia cardíaca en reposo, la tensión arterial, las necesidades insulínicas
de los diabéticos, las LDL (lipoproteínas de baja densidad) y los
triglicéridos, al tiempo que aumenta las HDL (lipoproteínas de alta densidad) y
la masa corporal magra. Con el ejercicio adecuado, la capacidad cardiovascular
mejora globalmente y se reduce el riesgo cardiovascular. En el caso de algunas enfermedades,
la fatiga aparece después de un esfuerzo leve (p. ej., insuficiencia venosa
periférica).
A partir de
información basada en el metabolismo del ejercicio y en la fatiga subsiguiente,
se puede iniciar una valoración y tratamiento mediante estrategias tales como
programas de entrenamiento y nutrición adaptados.
Por lo general, la
reproducción genética, la capacidad de adaptación y el metabolismo mantienen al
ser humano. Se camina (si uno es inteligente, esto es mejor que correr) para
matar una presa en la selva con una lanza y en la sala de juntas con una pluma,
se acarrea hasta casa y luego se escribe una carta a mamá (documento histórico
= civilización) para contárselo. Hay 65 billones de células en el cuerpo, de
las cuales en torno al 50% son miocitos que necesitan recibir nutrientes y
eliminar los productos de desecho (la demanda aumenta con el ejercicio). Son
los sistemas cardiovascular y pulmonar los que cubren estas necesidades.
RESPUESTA CARDIOVASCULAR AL EJERCICIO
Durante
el ejercicio aumenta el gasto cardíaco, lo cual permite al sistema cardiovascular
incrementar el transporte de oxígeno a los músculos en acción, eliminar el
calor metabólico transfiriéndolo a la superficie de la piel donde se evapora y mantener
la tensión arterial para irrigar el encéfalo.
La
capacidad de ejercicio máxima se determina mediante el aumento de la
distribución de oxígeno generado por el incremento del volumen sistólico (VS)
y, por tanto, del gasto cardíaco (GC = VS x FC), por la vasodilatación y en
menor medida por el aumento del volumen mitocondrial.
Esta
capacidad disminuye con la edad por FC máx. y VS, si bien el ejercicio sirve
para mantenerla.
RESPUESTA PULMONAR AL EJERCICIO
Durante
el ejercicio, la ventilación pulmonar también aumenta para incrementar la
distribución de oxígeno a los músculos en acción, así como eliminar el dióxido
de carbono generado por el metabolismo oxidativo.
El
ejercicio mejora la eficacia de los músculos respiratorios y aumenta la
capacidad total de los pulmones al reducir el volumen residual.
La capacidad
vital aumenta y los deportistas de elite poseen una capacidad vital enorme.
También se incrementa el volumen minuto máximo mediante el entrenamiento
deportivo; los deportistas de fondo procesan grandes volúmenes de aire en
competición (desde 6 l/min en reposo hasta 120 l/min durante el ejercicio).
De
hecho, la capacidad pulmonar de los deportistas determina el potencial metabólico
total y decide en muchos casos quién será campeón (es decir, los que posean la
mayor «capacidad vital»).
CUANTIFICACIÓN DE LA CAPACIDAD DE EJERCICIO
La
capacidad de ejercicio puede medirse de distintos modos.
Como medición
general de la condición física, el indicador más útil es la medida de la
capacidad aerobia.
1. La
capacidad anaerobia se cuantifica con el test de Wingate, donde el voluntario
para el estudio pedalea al máximo durante 30 segundos en un ciclo ergómetro
calibrado con una masa corporal de 75 kg.
La
producción de potencia máxima y el tiempo que se tarda en conseguirla, el ritmo
al cual aparece la fatiga y la producción de potencia media durante un período
pueden entonces calcularse.
2. La
capacidad aerobia se cuantifica midiendo el consumo máximo de oxígeno (VO2
máx.) y la frecuencia máxima de utilización del oxígeno. Es el GC (FC x VS) x
O2a-v (la diferencia de oxígeno arterio venosa), que está determinado
genéticamente. Comprende la capacidad de los sistemas cardiovascular y
respiratorio para suministrar oxígeno a los músculos, así como el potencial de
los músculos para utilizarlo. El VO2 máx. se evalúa mediante la intensidad del
ejercicio sobre un ciclo ergómetro, la cual aumenta gradualmente según un
protocolo hasta alcanzar el consumo máximo de oxígeno. Como las frecuencias
cardíacas (FC) aumentan en correlación directa, se puede determinar aproximadamente
el VO2 máx. Monitorizando la frecuencia
cardíaca, para luego convertirla a los valores de VO2 máx. Relativo x VO2 máx.,
que para las personas sedentarias es de 30 ml/kg/min, mientras que para los
deportistas entrenados alcanza hasta 85 ml/kg/min. El VO2 máx. Puede aumentar
en torno al 5% en personas en forma, y hasta un 25% en personas desentrenadas
durante un período de 8-12 semanas.
MÚSCULOS ESQUELÉTICOS
Hasta
un 45% de la masa corporal total puede estar constituida por músculos
esqueléticos, que se componen de fibras musculares, clasificadas como de tipo I
y contracción lenta (CL) o de tipo II y contracción rápida (CR, que se
subdividen en CRa y CRb). Hay diferencias bien definidas entre las fibras de
tipo II, razón por la cual las fibras de CR se han dividido en fibras de CRa
(potencial oxidativo relativamente mayor) y CRb (potencial glucolítico
relativamente mayor), componiendo al menos tres categorías de fibras musculares
discernibles. Aunque los tipos de fibra muscular están sobre todo determinados
genéticamente, parece ser que es posible introducir pequeños cambios, para lo cual
se ha demostrado que el entrenamiento altera la naturaleza de algunas fibras.
Las fibras de tipo I presentan tiempos de contracción lentos, muestran una
coloración roja, tienen un elevado potencial para el metabolismo oxidativo,
poseen más triglicéridos y mitocondrias, y su acción se recluta más en las
actividades de resistencia. Son las primeras que se atrofian por la falta de
uso (están más vascularizadas, de apariencia roja). Las fibras de tipo II son
blancas, poseen mayor capacidad glucolítica y se emplean más para esprintar y
para actividades motrices finas. De ahí que los deportistas de fondo de elite
tiendan a tener mayoría de fibras de tipo I, mientras que los esprinters y
halterófilos suelan mostrar porcentajes más altos de fibras de tipo II. Las
características de las fibras musculares aparecen en la tabla 3.1.
SISTEMAS DE PROVISIÓN DE ENERGÍA DURANTE EL
EJERCICIO
Hay
varios sistemas corporales para cubrir el aumento de suministro energético de
ATP empleando las reservas celulares de fosfocreatina (CP). Sin embargo, estos
procesos sólo se mantienen los primeros segundos de ejercicio. Para mantener un
ejercicio prolongado y agotador, el origen de la energía tiene que ser aerobio.
Energía
instantánea: el ATP y la fosfocreatina
El ATP
es el compuesto que suministra energía a los músculos en acción, pero, como no
puede llegar a los miocitos, debe ser resintetizado en su interior.
ATP4- + H2O ADP3- + Pi 2- + H+
Si bien
un corredor de maratón consume unos 75 kg de ATP durante una carrera, sólo unos
100 g de ATP se acumulan en los miocitos; para suministrar la energía necesaria
para el ejercicio, el ATP debe resintetizarse continuamente a partir de ADP
(adenosindifosfato) dentro de cada célula.
ADP3- + FOSFOCREATINAI 2- + H+ ATP4 + CREATINA
La
energía procedente de las pequeñas cantidades de fosfocreatina que ya están
presentes en la célula puede iniciar esta rápida síntesis anaerobia de ATP
durante unos pocos segundos. Si el ejercicio se prolonga, es el metabolismo el
que debe generar la energía para la fosforilación a partir de los hidratos de
carbono, las grasas y, en menor medida, las proteínas que se hayan ingerido.
Energía a corto plazo: glucólisis
La
glucólisis proporciona, anaerobiamente, una fuente de energía rápida para la
resíntesis de los fosfatos hiperenergéticos necesarios con que proseguir el
ejercicio tras los primeros segundos. Los hidratos de carbono (CHO) son
especialmente importantes para el metabolismo del ejercicio, ya que son el
único aporte energético utilizable anaerobiamente para generar ATP. De ahí que
el glucógeno almacenado y la glucosa plasmática sean las principales fuentes de
energía durante los minutos iniciales del ejercicio cuando el suministro de
energía es limitado. El proceso de glucólisis anaerobia se resume como
sigue:
GLUCOSA 2 lactato- + 2H+
Se
obtiene más energía mediante la conversión en el hígado del lactato en glucosa,
que vuelve a los músculos para transformarse en glucógeno (ciclo de Cori).
Metabolismo anaerobio: 1 molécula de CHO 2ATP
Como
metabolismo anaerobio, sólo resintetiza 2ATP por mol de CHO. Sin embargo, el
ejercicio agotador que supera los 2-3 minutos requiere una energía suministrada
con mayor eficacia, lo cual se consigue con la intervención del metabolismo
aerobio.
Energía a largo plazo: metabolismo aerobio
Cuando
se realiza un ejercicio agotador y prolongado, la energía para la regeneración
del ATP debe aportarse anaerobiamente durante la oxidación del glucógeno y los
triglicéridos (energía intramuscular), y de la glucosa y los ácidos grasos
libres (sustancias del plasma). En esta segunda fase de la degradación de los
CHO, el piruvato se convierte en acetilcoenzima A (CoA), que luego se
metaboliza en el ciclo del ácido tricarboxílico (TCA). Los iones hidrógeno
liberados se oxidan a través de la cadena respiratoria y la energía generada se
emplea para la fosforilación. A partir de la metabolización de 1 mol de CHO, se
forma una red de 36 moléculas de ATP, de las cuales en torno a un tercio se
conservan en los enlaces de ATP y dos tercios se disipan en forma de calor.
Metabolismo aerobio: 1 molécula de CHO 36 ATP
SUSTRATOS ENERGÉTICOS PARA EL EJERCICIO
El
aporte energético principal para el ejercicio son los hidratos de carbono (CHO:
glucógeno muscular, glucógeno hepático y la glucosa contenida en la sangre) y
los ácidos grasos libres (AGL). Aunque en teoría el cuerpo puede acumular
reservas de AGL en grandes cantidades, sólo acumula unos 500 g de CHO, la
energía esencial para un ejercicio agotador, de los cuales unos 350-400 g son
glucógeno muscular, 90-100 g son glucógeno hepático y 15-20 g son glucosa de la
sangre. Estas reservas de energía, si se emplearan individualmente, aportarían
energía para el ejercicio durante distintos períodos de tiempo. Si se pudiera
consumir exclusivamente un aporte energético, un maratoniano podría correr más
de 4.000 min quemando ácidos grasos libres, pero sólo 71 min con glucógeno
muscular, 18 min con glucógeno hepático y 4 min con la glucosa de la sangre.
Sin embargo, como esto no ocurre, se emplea una combinación de aportes
energéticos según el tipo de ejercicio. Las investigaciones se han centrado en
el aumento del suministro de CHO, puesto que es la energía que impone un
límite. Estas reservas de CHO se incrementan mediante estrategias nutricionales
durante los días previos al ejercicio a fin de aumentar las reservas de
glucógeno, o bien mediante la ingesta de bebidas o alimentos antes o durante el
ejercicio para aumentar el suministro de glucosa sanguínea.
Glucógeno muscular
Es la
forma en que se almacena la glucosa en los músculos; es un aporte energético
esencial para el ejercicio, pero sólo se emplea como fuente energética de los
músculos cuando se acumula, ya que éstos carecen de glucosa 6-fosfatasa, una
enzima esencial para el transporte de glucosa por las membranas. El ritmo de
utilización del glucagón durante un ejercicio prolongado depende de la
intensidad y duración del ejercicio; un ejercicio intenso hasta provocar fatiga
puede agotar las reservas de glucógeno de los músculos. Las técnicas
modificadas de sobrecarga de CHO incrementan las reservas hasta unos 500 g en
condiciones extremas, y algunos deportistas de elite son capaces de acumular
aún más.
Glucógeno hepático y gluconeogénesis
En un
estado de inactividad, el hígado constituye otro de los puntos anatómicos donde
se almacena de forma limitada el glucógeno, el cual deriva de los CHO
procedentes de alimentos ingeridos. Tras una noche de ayuno, estas reservas
decrecen hasta unos 75-90 g. Los CHO de alimentos ingeridos pueden incrementar
estas reservas hepáticas de glucógeno durante la fase de absorción tras una
comida, cuando la glucosa de la dieta se libera en el torrente circulatorio y
es absorbida por el hígado y los músculos. La postabsortividad (3-6 horas
después de comer) la glucogenólisis y la gluconeogénesis hepáticas son las
únicas fuentes de glucosa para ciertos órganos esenciales como el encéfalo. El
glucógeno hepático se emplea a un ritmo de 0,1 g/min y suministra en torno al 75%
de la glucosa.
Sin
embargo, cuando se inicia el ejercicio y aumenta mucho el consumo de glucosa en
los músculos en acción, la glucogenólisis hepática se incrementa con rapidez
para suministrar glucosa y mantener los niveles de glucosa en la sangre; se
movilizan 18-20 g de glucógeno hepático durante los primeros 40 min. Mientras
se emplea el suministro de glucógeno hepático, se incrementa la gluconeogénesis
hepática, que continúa reponiendo la glucosa en la sangre a un ritmo similar al
de la utilización por los músculos activos. Durante el ejercicio, el aumento de
la producción de glucosa hepática y la contribución relativa de la
glucogenólisis o la gluconeogénesis dependen de la intensidad y duración del
ejercicio.
Glucosa de la sangre
En un
estado de inactividad, la glucosa de la sangre es sólo una fuente menor de
energía para el metabolismo oxidativo de los músculos, y son la glucosa
plasmática y las concentraciones de insulina las que controlan el consumo de
glucosa por los músculos. El transporte de la glucosa por las membranas
celulares es un paso que limita en cierta medida el ritmo de utilización, así
como un punto importante de la regulación metabólica de los músculos. A medida
que aumenta la concentración de glucosa en el plasma, el ritmo de entrada de la
glucosa en los músculos se aproxima al máximo (13). Una vez dentro de la
célula, la glucosa se metaboliza mediante oxidación, glucólisis, el ciclo del
ácido tricarboxílico y la fosforilación oxidativa para producir ATP, o por
medios no oxidativos, con los que se forma glucógeno o lactato (7). Durante
un ejercicio agotador (>60% de VO2 máx.), a medida que se agotan las
reservas de glucógeno muscular, hay un aumento gradual del consumo de glucosa
por los músculos para reducir al mínimo la oxidación de CHO, llegando al máximo
a los 90-120 min; tras 40 min de ejercicio agotador, la glucosa de la sangre
aporta en torno a un tercio de la energía. Por tanto, los CHO ingeridos antes o
durante el ejercicio pueden proporcionar una fuente importante de glucosa
alimentaria que se empleará como energía. Se han estudiado los alimentos con
CHO de distinto índice glucémico y consumidos antes del ejercicio, así como las
bebidas que contienen CHO. Se produce un aumento del consumo de glucosa muscular
después de tomar glucosa antes del ejercicio, debido a que el repentino aumento
de la concentración de glucosa en la sangre estimula la insulina, que libra a
la sangre del exceso de glucosa. Se descubrió que se metabolizaba durante el
ejercicio un gran porcentaje de la glucosa ingerida unos 15 min antes o durante
un ejercicio agotador por personas con las reservas de glucógeno agotadas. La
glucosa también llega a la sangre mediante la ingesta de bebidas con CHO
durante el ejercicio, y se ha demostrado que los CHO ingeridos durante el
ejercicio al 50-70% de VO2máx. Suministran hasta dos tercios de la glucosa
sanguínea.
Ácidos
grasos libres Durante el ejercicio, el consumo muscular
de AGL es proporcional a la concentración de AGL en la sangre. A medida que
prosigue el ejercicio se agotan las reservas de glucógeno. Los AGL siguen
suministrando un mayor porcentaje de la energía y, durante un ejercicio
prolongado, los AGL aportan casi el 80% de la energía total (20). A
medida que disminuyen los niveles de insulina y glucosa en la sangre, aumenta
la concentración de glucagón en el plasma, lo cual reduce el metabolismo de los
CHO y estimula la liberación de AGL. Sin embargo, aunque hay un enorme
suministro de energía potencial de los lípidos almacenados, la energía de los
CHO sigue siendo esencial para mantener un ejercicio agotador y, cuando se
agotan los CHO, los AGL son incapaces de mantener dicho ejercicio a un nivel
equivalente.
REGULACIÓN DE LA ENERGÍA DURANTE EL
EJERCICIO
La
mezcla del aporte energético durante el ejercicio depende de su intensidad y
duración, y de la disponibilidad de sustancias, así como del estado nutricional
y el grado de entrenamiento (21, 22). Si bien los CHO son esenciales
para el ejercicio, la proporción de la mezcla de aportes energéticos varía. En
reposo o durante la práctica de unos nivelesleves de ejercicio (30% del VO2
máx.), los CHO contribuyen sólo con en torno al 25% de la energía, mientras que
son los AGL los que aportan el mayor porcentaje (23). A medida que
aumenta la intensidad del ejercicio, se incrementa el porcentaje indispensable
de CHO en la mezcla (6). Con niveles de ejercicio moderados (50% del VO2
máx.), la mezcla del aporte energético es aproximadamente un 50% de CHO y un 50%
de AGL, mientras que con una intensidad superior (>60% del
VO2
máx.), la energía predominante es la de los CHO.
Al
inicio del ejercicio hay un aumento repentino del consumo de glucosa por los
músculos, lo cual incrementa la glucogenólisis hepática y luego la
gluconeogénesis. Al poco rato de realizar un ejercicio submáximo, en torno al
40-50% de la energía imprescindible la suministra el glucógeno hepático y el
glucógeno de los músculos en acción. Los cambios en la secreción hormonal y en
el metabolismo aumentan la movilización de la energía procedente de reservas
extra e intramusculares.
Se
produce un aumento de glucagón, cortisol y hormona del crecimiento.
Aunque
disminuyen las concentraciones de insulina en el plasma, de hecho aumenta la
sensibilidad a la insulina y, durante el ejercicio, el papel de la insulina es
más complejo que en reposo. El ejercicio estimula la secreción de
catecolaminas, que aumentan la glucogenólisis en el hígado y los músculos, y
estimulan la gluconeogénesis hepática (24). La adrenalina mejora la
degradación del glucógeno muscular durante el ejercicio de intensidad tanto
alta como baja. El glucógeno muscular y la glucosa de la sangre son la
principal fuente energética durante el ejercicio de alta intensidad (6).
Al inicio del ejercicio, el consumo muscular de glucosa de la sangre aumenta
con rapidez y sigue haciéndolo mientras prosigue el ejercicio. La utilización de
glucosa por los músculos puede controlarse mediante la frecuencia de transporte
de glucosa a las células a nivel intracelular. El aumento de la degradación del
glucógeno en los músculos provoca el aumento de las concentraciones de glucosa
6-fosfato, lo cual, al inhibir la hexocinasa, puede limitar el aumento del
consumo de glucosa generado por el ejercicio. Durante un ejercicio prolongado,
las reservas de glucógeno se agotan y declina la producción de glucosa
6-fosfato, habiendo ritmos superiores de transporte de glucosa a los miocitos.
De ahí que la contribución de la glucosa sanguínea al metabolismo energético
aumente a medida que progresa el ejercicio (23). Tras 40 min de
ejercicio, el consumo de glucosa supera en 7-20 veces el consumo en reposo,
dependiendo de la intensidad del ejercicio, y con un ejercicio prolongado e intenso
tal vez aumente hasta 40 veces.
A
medida que prosigue el ejercicio y las reservas de oxígeno se reducen, el
metabolismo de los AGL suministra un porcentaje cada vez mayor de energía. La
estimulación de la lipólisis provoca un aumento de los niveles de AGL.
Finalmente, la producción de glucosa hepática decrece en comparación con su uso
por los músculos, y la concentración de glucosa en la sangre tal vez decrezca.
Los niveles de glucosa pueden descender hasta el nivel de hipoglucemia después
de 90 min de ejercicio continuado.
REGULACIÓN
DE LA TEMPERATURA CORPORAL
Durante
un ejercicio agotador y prolongado, la capacidad del cuerpo para regular la
temperatura y su capacidad para ejercitarse y alcanzar el rendimiento pico
potencial disminuyen por la deshidratación, razón por la cual es importante que
los deportistas beban bastante y mantengan el equilibrio de líquidos correcto.
La deshidratación postejercicio también es importante. La mayor parte del calor
de las reacciones metabólicas generadas durante el ejercicio se pierde mediante
la evaporación del sudor a un ritmo de 1-2 l/h o hasta 3 l/h en ambientes muy
calurosos. Aumenta la posibilidad de hipertermia durante la práctica de un
ejercicio duro con calor, si bien, además de consumir líquidos, la aclimatación
al calor reduce el riesgo. Cuando el tiempo para un acontecimiento deportivo se
prevé muy caluroso, los deportistas pueden aclimatarse al calor antes de la
competición entrenando con altas temperaturas. Esto sirve para inducir ciertas
adaptaciones al ejercicio con calor, como el aumento de los volúmenes de plasma
y sudor, y la reducción de la frecuencia cardíaca y la temperatura del cuerpo.
El ejercicio con calor tal vez induzca el incremento de la glucogenólisis
muscular, si bien la aclimatación al calor también puede reducirla.
ENTRENAMIENTO
El
entrenamiento mejora el rendimiento deportivo por medio de cambios que operan
sobre el metabolismo, los músculos y la orientación psicológica. El
entrenamiento con pesas aumenta el tamaño de las fibras de ciertos músculos. El
entrenamiento de fondo mejora el rendimiento deportivo al aumentar la
dependencia de los AGL como aporte energético y al reducir la oxidación total
de CHO. En el caso de músculos entrenados, el consumo de AGL aumenta de forma
lineal con la liberación de AGL, mientras que si aquéllos están desentrenados,
el consumo se satura con el tiempo, lo cual explica en parte el aumento de la
oxidación de lípidos en los deportistas y manifiesta que las adapta-ciones de
los músculos al entrenamiento intervienen en la utilización de AGL durante el
ejercicio prolongado.
El
entrenamiento tiene varios efectos sobre el corazón. Tras el entrenamiento, la
frecuencia cardíaca en reposo o durante un nivel concreto del ejercicio es
menor que antes del entrenamiento. Durante el entrenamiento de deportistas
entrenados, el aumento del volumen sistólico, con la salida de más sangre del
corazón en cada contracción, provoca un aumento del gasto cardíaco. El
entrenamiento también aumenta el tamaño del corazón, y los informes nos revelan
que Paavo Hurmi, ganador de 9 medallas olímpicas de fondo, tenía un corazón que
triplicaba en tamaño a uno normal. El entrenamiento también tiene efectos hormonales.
Tras el entrenamiento, se necesita menos insulina para eliminar la glucosa
sobrante de la circulación, ya que el entrenamiento mejora la sensibilidad a la
insulina. Los deportistas de fondo presentan una concentración menor de
catecolaminas en el plasma que personas desentrenadas con la misma carga de
trabajo absoluta.
Las
estrategias de entrenamiento para mejorar la capacidad aerobia deben incluir
varios elementos básicos. Se deben ejercitar los grupos de músculos principales
con intensidades entre el 40% y el 85% del VO2máx. La intensidad debe aumentar
gradualmente a medida que el deportista mejora su condición física. Deben
realizarse 3-5 sesiones por semana, cada una de 15-60 min de duración.
Entrenamiento de fuerza (pesas)
La
fuerza se adquiere con una variación de la intensidad (la carga o resistencia
levantada por repetición), el volumen (peso levantado), la frecuencia (días
alternos) y la intercalación de períodos de descanso (<60 segundos es lo
mejor). Resulta beneficioso (bajo supervisión) para los deportistas jóvenes
(previene lesiones, ayuda a la rehabilitación, mejora la autoestima). Debe
incluir un calentamiento (gimnasia sueca o estiramientos durante 15-20 min),
una sesión de levantamientos y un período de recuperación activa (de duración
similar a la del calentamiento).
FATIGA
La
fatiga muscular se define como la incapacidad de los músculos para mantener una
producción de potencia concreta (32). Aunque a menudo se ha atribuido la
fatiga a la hipoglucemia o al agotamiento del glucógeno muscular, hay otras
causas posibles, de las cuales algunas se han identificado y otras siguen
siendo investigadas. La acumulación de pro-tones con la reducción resultante
del pH de los músculos es una de las razones más probables de fatiga en los
esprínteres: glucosa 2 lactato- + 2H+ Durante un ejercicio corto y de gran
intensidad, la acidosis puede ser fruto de un ritmo de producción de estos
protones que exceda al de utilización, mientras que en condiciones de
inactividad los protones producidos se emplean en otras reacciones. La
depleción de la fosfocreatina de los músculos es otro elemento que contribuye a
la fatiga en los esprínteres.
La
fatiga tiene muchas causas. Hay numerosos puntos en el proceso de activación de
los músculos esqueléticos en los que puede aparecer el cansancio:
1. El
estado mental
2. El
encéfalo
3. La
médula espinal
4. Los
nervios periféricos
5. La
unión neuromuscular
6. Las
membranas de las fibras musculares
7. El
retículo sarcoplasmático
8. Los
iones Ca2+
9. La
interacción de la actina y la miosina
Cuando
el ejercicio es agotador y prolongado, el origen de la fatiga puede deberse
sólo a la depleción de los CHO, pero también a la reducción de Ca2+ disponible
en el retículo sarcoplasmático, o a alteraciones de la concentración de algunos
aminoácidos del plasma, así como a factores físicos como la hipertermia.
CIENCIA
DEL EJERCICIO
Están
en curso investigaciones sobre la bioquímica y la fisiología del ejercicio y,
cuando hay nuevos descubrimientos, se aplican siempre que es posible a los
deportistas, haciendo avanzar así las fronteras de la capacidad humana. Incluso
un descubrimiento menor, si se traduce en una mejora biomecánica o metabólica en
el terreno deportivo, puede marcar la diferencia entre conseguir una marca que
bata récords y la mediocridad.
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